Bienvenido Lapadula al país de los desnudos


La sorpresiva convocatoria de Gianluca Lapadula a la selección nacional me recuerda un fenómeno musical ocurrido a finales de los ochentas, época en que el pop rock dominaba las radios limeñas. Michael Jackson, Prisioneros, Madonna, Soda Stereo, U2 y Charly García convivían armoniosamente en la parrilla musical de entonces. Eran épocas en las que, si no podías comprar el disco, pasabas horas pegado a la radio para pillar tu canción favorita y grabarla en casette. Luego su respectiva rebobinada con lapicero para escucharla una y otra vez.

Las canciones que pasaban por radio eran, por lo general, sugeridas por las disqueras nacionales que importaban novedades musicales del extranjero. Si ya eran éxito en otros países, también lo serían aquí. No había pierde. En las oficinas de la disquera Virrey, un paquete de discos recién llegaditos de Europa pasan por el filtro de lo que se puede vender. Por lo general, los discos de artistas desconocidos se guardaban en el cajón de los no escuchados. El álbum 3e Sexe del ignoto grupo francés Indochine, estaba por correr la misma suerte, pero su llamativa portada ameritaba darles una oportunidad. Al escucharlos llamó la atención su sonido fresco y pegajoso, se echó una llamadita a una radio conocida para que tanteara si gusta a la gente y, si es así, con suerte se venderían unas miles de copias.

Pero ni Virrey ni radio Panamericana habrían imaginado el fenómeno que estaban creando. Los oyentes llamaban a la radio solicitando que la volvieran a tocar. Su estilo new wave, la guitarra eléctrica con harto reverb al estilo chicha, y la rareza de escuchar un rock en francés, parecían ser un cóctel sabroso para los oídos peruanos. Muchos ignoraban que la canción Tercer Sexo hablaba abiertamente de homosexualidad. Era lo de menos, igual invitaba a bailar. Los locutores castellanizaron al grupo como Indochina. Virrey compró los derechos de distribución de su siguiente álbum y en apenas unos meses se vendió más de 300 mil copias, cifra estratosférica si tomamos en cuenta el contexto socioeconómico que vivíamos por entonces. Los miembros de Indochina se enteraron del suceso, y tenían mucha curiosidad de conocer este enigmático país andino.

2020, año de la pandemia. El futbolista italiano Gianluca Lapadula Vargas, es convocado a la selección peruana de fútbol en medio de reacciones encontradas entre los aficionados. El europeo tiene tanto o menos conocimiento de nuestra cultura que los rockeros franceses. Hubo mucho marketing de su parte, aprovechando quizás la ausencia por lesión del goleador Paolo Guerrero y la falta de un artillero de sus características que lo reemplace. El trámite de su nacionalidad duró menos de lo que el Reniec demora para entregarte la renovación de tu DNI. Para demostrar que es más peruanazo que choncholí de carretilla, Lapadula se tatuó un indígena peruano en el brazo, pero su escasa distinción de un indio peruano de uno norteamericano hizo que erróneamente se tatuara un sioux. Claro que después quiso barajarla diciendo que se inspiró en los danzantes Pieles Rojas de Paramonga, cuya existencia, hasta los paramonguinos desconocían. Su versión un poco descabellada podría ser creíble, salvo por el detalle que los pieles rojas norteamericanos son por lo general retratados de perfil, tal como aparece en su polémico tatuaje.

Regresemos a los ochentas. 1988 para ser exactos. Indochina está en todo su apogeo y los medios de comunicación no hacen más que hablar de su pronta llegada y los conciertos que dará en el coliseo Amauta. Un evento sin precedentes si tomamos en cuenta que casi ningún artista norteamericano o europeo quería visitarnos por lo convulsionado de nuestro país. Indochina lo hizo. Nicola, Stephane, Dimitri y Dominique se paseaban por diferentes programas de televisión de Panamericana, que tenía la exclusividad, por eso no sorprende que por ahí circule un video en Youtube donde Adolfo Chuiman le dice a Nicola, en un trabado francés ¿quién soy yo? y este responde, papá.

Pero esta visita al Perú dejo más huella en los rockeros franceses que en los peruanos. Se quedaron casi involuntariamente un mes en el país. Conocieron costa, sierra y selva. Les sorprendió la pobreza extrema que se vivía en Villa El Salvador, un pueblo refugiado en sus esteras luchando contra el viento, la arena y el abandono del Estado. La llegada del camión cisterna con agua hacía la diferencia entre la vida y la muerte. La jornada de supervivencia culminaba cuando, a falta de corriente eléctrica, encendían sus velas al caer el sol.

El líder de la banda francesa, Nicola Sirkis, dijo al recordar su paso por nuestro país: "¡Perú, una gran desgracia! Fue un infierno. Nos encontramos bloqueados en este país, sin pasaportes. Fuimos seguidos por una horda de periodistas, el grupo ultraviolento de Sendero Luminoso nos amenazaba, por lo que estuvimos resguardados por los policías las veinticuatro horas del día. El productor de los conciertos había vendido las entradas por encima del precio a otro productor que era un gran narcotraficante. La corrupción estaba por todos lados. Al regresar, quería parar todo".

Poco después, tras este encuentro con el subdesarrollo y sus desdichas sociales, Indochina compone un tema dedicado a nuestro país: “Bienvenido al País de los Desnudos”, en el que mencionan a Lima, “Villa San Salvador” e insertan parte de un discurso de Alan García, presidente de entonces, donde dice "por supuesto que no estamos en el paraíso". Sí, claro. Gracias Alan.


Lapadula nunca vino ni estuvo en Perú. Nació en Turín, una de las ciudades más ricas de Italia. De padre italiano y madre peruana, Gianluca desde los seis años ya militaba en las divisiones menores de la Juventus. Su español es tan fluido como el francés de Chuiman. Su mayor acercamiento con nuestra cultura fue su fallido tatuaje. Es probable que, criado entre pastas y salsas rojas, no entienda el éxtasis del Cuto Guadalupe cuando recuerda su carapulcra con sopa seca.

Lapadula, al igual que Indochina, viene a un país que desconoce. Los hinchas del futbol esperan que con sus goles desplace las tristezas de un año para el olvido. Poco importará que haya preferido antes a la selección italiana sobre la nuestra, que no hable español, que no sepa quién es Tongo, Melcochita o la Melchorita. Basta con que haga un gol y celebre haciendo un corazón con sus dedos. Aquí le esperan también nuestros profundos periodistas que le preguntarán si ya probó el cebiche, el pisco sour y la Inca Kola.  También le espera el otro Perú, el que conoció Indochina y poco ha cambiado, el de los pobres en los arenales, la violencia en las calles, la justicia para el que más tiene, los políticos de falsas promesas, la educación sesgada, el terrorismo convertido en narcoterrorismo, la corrupción en todos los niveles…. Sí pues, treinta años después, seguimos siendo una gran desgracia. Bienvenido Lapadula al país de los desnudos.



Comentarios

Entradas populares de este blog

El baile de los que sobran

A 24 años de la visita de Juan Pablo II al sur de Lima